domingo, 9 de mayo de 2010

Carta a papá

El otro día estaba con Hadita y Macrán y, sin proponérnoslo, terminamos hablando de vos... Es increíble que después de 10 años de no tenerte físicamente entre nosotros, te sigamos sintiendo tan presente...

Macrán no te conoció... así fue que con Hadita le hicimos un breve racconto de la persona que fuiste, de lo que hiciste, de lo mucho que estudiaste, de tu espíritu de lucha, de las "casualidades" que enmarcaron tu vida, de tu sabiduría, de tu legado, de tu partida...

Luego de un par de horas en el auto, varios cigarrillos, algunas lágrimas y una imborrable sonrisa dibujada en nuestras caras -caripelas, más bien te diré... como te imaginarás, ya eran casi las 2 de la mañana cuando comenzó la conversación- concluimos que fuiste un tipo exitoso. Aclaremos: el éxito entendido en el sentido más acabado y profundo de la palabra. Es decir; no montaste una empresa multinacional, no acumulaste riquezas materiales, no hiciste grandes descubrimientos científicos, no dirigiste los destinos de una nación. Sin embargo, fuiste exitoso como ser humano, como marido, como padre.

Viviste una vida admirable, llena de reveses que, lejos de derrumbarte o abatirte, te fortalecieron: viniste de Europa con 8 meses de vida, huyendo de los fantasmas de la Primera Guerra Mundial; creciste en un pequeño pueblito como Morteros; lograste insertarte pese a las barreras propias del idioma; estudiaste más allá de la falta de recursos económicos. Después vino el internado en Santa Fe; tu vocación de servicio que te llevó nuevamente a Europa, esta vez para perfeccionarte en las más prestigiosas universidades de Roma y París -¡nada menos!-; la docencia. Luego, tu vida dio un giro: te casaste, nos tuviste a nosotros tres, te reinventaste para poder ganarte la vida haciendo lo mejor que sabías hacer: "tocar almas". Y así fue como empezaron las valijas, los aviones, los cursos, las charlas, los recursos humanos. Paradójicamente, en los '90, cuando lograste por fin enlistarte en el club de los "propietarios", y mientras se respiraba un clima de fiesta y prosperidad en el país, el trabajo empezó a menguar. No obstante, nunca perdiste la calma. Siempre, por más angustiado que estuvieras, tu semblante reflejaba una paz que contagiaba. Tanta paz irradiabas, que aun los que no te conocían bien quedaban sorprendidos. Porque tu paz era auténtica; no tenía doblez; no escondía cobardía ni conformismo. Y en paz te fuiste, como no podía ser de otra forma...

Con Hadita recordábamos -entre otras- tus marcas registradas: tu inconfundible campera roja, la pasión con que devorabas los libros, los programas de Grondona, los cafés con leche de todas las mañanas, tu preocupación por las corrientes de aire "traicioneras", las botas de gamuza, los partidos de Gaby Sabatini, los traqueteos de tu máquina de escribir, las sobremesas eternas.

Creo que tu éxito como papá se debió a que no tomaste atajos sino que elegiste andar el camino, por más sinuoso que éste se pudiera poner a cada paso que dabas. No fuiste un padre ausente ni permisivo; tampoco autoritario: sabías poner los límites y estabas abierto a escuchar nuestros descargos ante una medida que -a nuestro modo de ver- era desproporcionada o injusta. Habilitabas el diálogo y el cuestionamiento, lo que sin dudas fomentó tanto nuestra capacidad de argumentación así como el convencimiento de que éramos dignos de ser escuchados.
En lo personal, me marcó mucho la manera en que vivías tu libertad y el respeto por la libertad de los demás, aun cuando no estuvieras convencido de que la decisión fuera la correcta, cuando no coincidieras. Fuiste la persona más íntegra que conocí...

Heredé de vos la indignación frente a la injusticia, algunos rasgos físicos, las ganas de cambiar el mundo, el gusto por todas -absolutamente todas- las comidas, la capacidad de saber escuchar a los demás, el placer por la lectura, el espíritu de lucha, la facilidad para los idiomas, la sensibilidad ante el sufrimiento...

No te voy a mentir: te extraño mucho... particularmente, sentí mucho que no hubieras estado con nosotros cuando Javi se casó, cuando me recibí, cuando vendimos el hogar familiar, cuando nació Benja -¡si lo vieras... tu nieto primogénito es igualito a vos!, cuando se casaron Hadita y Duende, cuando nos fuimos de mini-vacaciones todos juntos el año pasado, cuando se me rompió el corazón (todas y cada una de las veces en que se me rompió, por los motivos que fuera), cuando no sé cómo hacer para salir de la inercia.

Pero sería injusta si no te dijera que también te siento conmigo adonde quiera que vaya. Como te dijera cuando nos despedimos tan sorpresiva e inesperadamente aquél domingo 25: siempre vas a estar en mi corazón... aunque a veces no recuerde bien cómo era tu voz, aunque no te hable todos los días.

Ése ha sido precisamente tu mayor logro, tu gran satisfacción: continuar "viviendo" en tus hijos, que te recordamos con alegría y que -dentro de nuestras limitaciones y cada uno a su manera- nos animamos modestamente a seguir tus pasos.

Te quiero con el alma.