jueves, 30 de diciembre de 2010

Para mis amigos... una reflexión de fin de año.

"Año Nuevo, vida nueva". Sí, sé que es muy trillada esa frase... Sé que uno no se reinventa porque cambie el calendario y vuelva a correr la perinola... Sé que en breve arranca el 2011 y que indefectiblemente va a venir cargado de un puñado de cuentas que quedaron pendientes, de temas sin resolver, de vínculos por afianzar, de objetivos que no hemos podido lograr...
Pero lo bueno es que viene... y que, así como hay cosas que arrastra del año anterior, no es menos cierto que también se vendrá insuflando nuevos aires, nuevas posibilidades, abriendo camino a nuevos proyectos, nuevas sorpresas, con la perspectiva de conocer gente nueva, conseguir nuevos trabajos, conocer nuevos lugares, vivir nuevas historias...
Dicen los que saben que para vivir lo nuevo hay que cerrar primero la etapa que se deja atrás; para dar un paso, hay que necesariamente adelantar el pie que quedó relegado en el paso anterior. Pero no sé si en este caso se aplicaría estrictamente hablando...
En mi caso personal, estoy ansiosa porque llegue el 2011 para barajar de nuevo y andar, sin saber muy bien hacia dónde; sin saber tampoco qué me deparará, pero andar al fin... Soy -junto con el querido tío Mario Benedetti- de esas personas que piensan que una de las cosas más importantes en la vida es andar... no dejarse estar, no quedarse paralizado, no bajar los brazos, no dar nada por sentado, no salvarse, no suplir la voluntad de nadie ni permitir que nadie supla la nuestra, caminar, correr, caerse y levantarse... sobre todo eso, siempre levantarse.
Ahora bien, es una realidad que este 2010 no nos deja solamente saldos en rojo ni se va con las manos vacías. Al irse, nos deja un sinfín de buenos momentos, un par -o dos- de enseñanzas, una estela de regalos de esos que no se pueden comprar. Diría mi buen amigo Ismael que aun quedan "tantas cosas por nombrar, tantas cosas por hacer... todas contigo". Y, como de costumbre, así también lo veo yo.
Por eso, en estas fiestas -si de nombrar regalos se trata- el mío consiste en haber compartido con vos tu dolor, haberte prestado mi hombro, haber podido escucharte, haberte dado mi tiempo, mi opinión, mi casa. Mi regalo es haber celebrado codo a codo tus logros, tus alegrías, tus pequeños instantes de felicidad. Mi regalo es haberme dado.
Claro que este obsequio del que hablo no se circunscribe a mí solamente: para ser pleno, completo, requirió de tu presencia, de tu contraprestación -como se dice en la jerga abogadil-. De ahí que estoy tan agradecida por haber podido contar con vos. Te doy gracias por tus abrazos, tus silencios, tus risas, tus mates, tu mirada, tu palabra, tu estar ahí para mí cuando lo necesité. De esta manera, mi regalo es también que vos te me hayas dado.
En definitiva, y aunque parezca un trabalenguas, creo que el mayor regalo es darse. Y poder darme/nos no tiene precio.
Mañana, cuando llegue el 2011, voy a brindar por seguir andando, dándonos, proyectando, soñando, riendo, llorando, levantándonos, compartiendo, creciendo, superándonos, animándonos, aprendiendo... En suma, mi deseo es que en este nuevo año sigamos cultivando el regalo de nuestra amistad, que cumplamos todos nuestros deseos y que no nos pasen desapercibidas esas pequeñas cosas que nos hacen simplemente felices.
¡Gracias por todo 2010, hasta siempre! ¡Bienvenido 2011!